La saturación del suelo urbano (con edificaciones, automóviles y lo poco que a veces queda para espacios donde convivir) ha empujado desde la explosión urbana (que varía en cada ciudad o país, algunas desde el siglo XIX y otras en la actualidad) a recurrir a otros espacios. Es decir, el subsuelo, los cuerpos de agua o el cielo mismo. No sólo las edificaciones crecen hacia abajo (como el comercio en Montreal), hacia el agua (como el Aeropuerto Internacional de Kansai) o hacia el cielo (como la vivienda pública de Singapur); también lo ha hecho el transporte. Y uno de los casos más interesantes a este propósito es el transporte público. Andar por las nubes no sólo puede ser una expresión para soñadores. Para quienes tienen que brindar transporte público a ciudades cada vez más complejas, o para quienes son usuarios de dicho transporte, considerar modos como el teleférico significa tener los pies sobre la tierra.
Aunque en México el teleférico parece novedad, en realidad es un modo de transporte con décadas de tradición en otras partes del mundo. El primer teleférico considerado adecuado para el transporte de personas habría sido el de San Sebastián, en España, diseñado por el ingeniero Leonardo Torres Quevedo en 1907. Cierto que años atrás promovió su invento en Suiza, y que la primera ruta funcional surgió en ese mismo país en 1908, pero el teleférico nació español y se ha expandido exitosamente por países afines. En Colombia, en 1922 se estrenó un teleférico que no se contentaba con conectar una ciudad, sino dos regiones, como si se tratase de una carretera. Iba de Manizales a Mariquita. Debido a la geografía abrupta, hoy, en el siglo XXI, la conexión carretera es de 125 km; a principios del siglo XX, cuando se emprendió la construcción de ese teleférico que sortea el relieve, el tendido fue de sólo 72 kilómetros. Aunque con el tiempo fue desmontado, una de sus torres (hecha de madera, pues la de hierro que iba a ser importada acabó en el fondo del mar, víctima de la Primera Guerra Mundial) sobrevive como monumento en Manizales.
En años recientes, después de un injusto declive, el teleférico reapareció como actor protagónico del transporte. Medellín, Colombia, se volvió la primera ciudad en integrar plenamente el teleférico a su sistema de transporte público con metro y autobuses. El llamado Metrocable no sólo mejoró la vida de los habitantes de las zonas altas agilizando sus desplazamientos, sino que detonó la colocación de equipamientos sociales en sus estaciones y la creación de arte: muchas casas bajo el teleférico han convertido sus techos en lienzos para hacer murales (igual que La Paz, Bolivia, y Santo Domingo, República Dominicana). Sin ser un proyecto turístico (como sí lo es, por ejemplo, el teleférico de Zacatecas), TripAdvisor considera al Metrocable una de las 50 atracciones que un turista debe visita en Medellín. ¡Increíble cómo un transporte que es una solución tan realista nos puede llevar, literal y figuradamente, a andar por las nubes!
Lo mejor de todo -> los teleféricos tienen precio y tiempo de implementación mejores que otras infraestructuras, aunque deben complementarse con transporte en tierra para acceder a él.
Lo más interesante -> el teleférico de Zacatecas conecta un recorrido único: la cima de la montaña (la Bufa) con las entrañas de la Tierra (mina el Edén); hay actividades culturales y un bar subterráneo.
Incrementa tus probabilidades -> Redbull hizo su listado de los teleféricos más espectaculares. Son referencia interesante operativa, tecnológica y hasta para hacer turismo urbano.