Desafortunadamente, una de las imágenes más frecuentes para representar la ciudad es la del desorden. La encontramos desde la Sodoma bíblica hasta en memes de cuando nombraron a Ecatepec pueblo mágico. A pesar de ello, existen amplias evidencias de que otros organismos no humanos, que tienden a vivir en poblaciones de miles o millones, han desarrollado mecanismos (más sencillos que nuestro entramado legal, económico, político y un largo etcétera) que les permiten realizarlo con orden y eficiencia. Y es justo orden y eficiencia lo que uno quisiera ver cuando hablamos de movilidad.
Tanto abejas como hormigas cuentan con mecanismos de navegación que la inteligencia artificial podría imitar para volver la movilidad urbana segura y eficiente. A finales de la segunda década del siglo XXI, el cerebro de las abejas seguía siendo más efectivo y confiable para desplazarse en el espacio que la inteligencia artificial de drones u otros aparatos de navegación… pensemos, tal vez, en vehículos autónomos que impactan algo cada 25,000 km (sin contar, desde luego, que la conducción humana sigue destrozando drones y automóviles seguido). La eficiencia de las abejas para navegar el espacio deslumbra considerando que su cerebro posee sólo 1 millón de neuronas (comparadas con las cien mil millones del cerebro humano), y aunque son capaces de realizar sumas y restas de una unidad (ejemplo, 2+1), están matemáticamente muy detrás de las computadoras actuales. En realidad, lo que esto sugiere es que imitar el cerebro de las abejas puede ser más eficiente para ciertas tareas que soluciones más intrincadas, como muchas usadas hasta ahora. Su capacidad de abstraer y aprender patrones también es destacable; experimentalmente, han aprendido en horas a distinguir entre patrones de arte europeo e indígena australiano, una habilidad que sería útil para robots que perciban el paisaje urbano (por ejemplo, para disminuir la velocidad ante ciertos patrones con base en experiencias previas propias).
Las hormigas también resultan fascinantes. Sus colonias, que pueden alcanzar millones de individuos, operan sin una toma de decisiones centralizada ni planeación. A pesar de ello, sobresalen explorando y distribuyéndose tareas con base en interacciones individuales. Cada que una hormiga que explora y se encuentra con otra que viene hacia ella, cambia de dirección, con lo que evita revisar la ruta por la que llegó la otra hormiga. Cuando las hormigas son muchas (por ejemplo, donde se han reunido porque hay comida), estos cambios frecuentes de dirección en un área pequeña le permiten explorar el terreno a detalle. En cambio, si no encuentra colegas, seguirá en línea recta, explorando más lejos. Otra habilidad es que, cuando salen del hormiguero, pueden darse cuenta de la última actividad que varias hormigas realizaron tocándoles las antenas. Esto permite que opten por la actividad más urgente en su colonia. Estas habilidades puede servir para elegir rutas, distribuir el transporte sin planeación central u optimizar la búsqueda y rescate en emergencias.
Puede ser que en nuestros vecinos más pequeñitos hallemos soluciones a uno de los desafíos más grandes: la movilidad urbana robotizada.
Lo mejor de todo -> los insectos han sido exitosos desde hace unos 400 millones de años. Comprender y replicar sus mecanismos puede volver nuestro entorno más eficiente y seguro.
Lo más interesante -> se ha documentado que las hormigas son capaces de operar bajo lógicas de colaboración y enfrentamiento. ¿Podrá tener alguna aplicación para la violencia en las ciudades?
Incrementa tus probabilidades -> para estudiar a las abejas debemos antes preservarlas; participa en proyectos de monitoreo de ciencia ciudadana o construye tu propio hotel de abejas.