Ciudadanas que toman la ciudad

Por siglos, distintas sociedades han privilegiado que los hombres ocupen el espacio público y las mujeres el privado. La frontera no es siempre es nítida y la distribución de roles varía de sociedad a sociedad. Culturas como la iroquesa daban al hombre un liderazgo político visible, pero las mujeres supervisaban cómo ejercían el liderazgo, transmitían títulos y linaje y poseían la tierra; su sociedad las consideraba base de la familia y progenitoras de la nación (y esos eran sus medios para cumplirlo). Pero otras formas culturales (incluso modernas, como el machismo en Latinoamérica), ciertas comunidades religiosas (no pensemos en musulmanes, hay machismo serio en varios de inspiración cristiana y hasta «empresarial») e incluso el deporte profesional, imponen desventajas sistemáticas a las mujeres. Eso nunca ha significado que acepten tal marginación, y tanto la ciudad como sus espacios han sido medios para visibilizar esa fuerza.

Ciudadanas que toman la ciudad

Una de las primeras historias sobre resistencia femenina proviene del teatro griego. En Lisístrita de Aristófanes, mujeres de distintas ciudades acuerdan una huelga de piernas cruzadas: no mantener relaciones sexuales hasta no lograr un objetivo. En este caso, la paz. Para Lisístrara, «están en nuestras manos los asuntos de la ciudad«. Esa ciudad es Atenas y los hombres la destruyen con sus guerras. Esos hombres, en algún momento de la obra, proponen quemar a las mujeres que quieren salvar la ciudad y participar de los asuntos públicos. Ridículamente, temen más a perder el poder que a perderlo todo.

En historias que deben sernos más cercanas, existen episodios como la rebelión de los comuneros en Colombia. Inició cuando Manuela Beltrán públicamente rompió el edicto gubernamental sobre impuestos para financiar la armada de España; su acto desencadenó un alzamiento de 20 mil personas en 1781. Dejando de lado el siglo XIX (en que el clima social en México y parte de América Latina tendía a dirimir los problemas a cuartelazos y no por medios como las manifestaciones), el siglo XX amaneció con protestas de mujeres en las calles. El 11  de septiembre de 1910, antes del inicio de la Revolución Mexicana, el club antirreeleccionista Hijas de Cuauhtémoc, liderado por Dolores Jiménez y Muro, participó en una manifestación sobre Paseo de la Reforma (o conmemoración alternativa de la Independencia) que cuestionaba la séptima reelección de Porfirio Díaz. Asimismo, mientras el movimiento inglés de sufragistas se reorientó durante la Primera Guerra Mundial al esfuerzo bélico, mujeres mexicanas lideradas por Hermila Galindo se manifestaron pacíficamente por el voto femenino a las puertas del Congreso Constituyente de 1917 en Querétaro. Las concentraciones demandando el voto siguieron hasta la campaña presidencial de Ruiz Cortines en 1952.

Jurídicamente, ni Lisístrata, Manuela, Dolores o Hermila eran como ciudadanas (en México se les reconoció ciudadanía plena a las mujeres hasta 1953), pero actuaron como tales. Toca reconocer, y agradecer, los cambios que las mujeres han impulsado. Toca respetar la lucha de más de cien años seguidos en las calles de quienes han actuado por siglos a favor de nuestros mundos.


Lo mejor de todo -> no cabe duda de que los movimientos feministas han dado resultado en el mediano y largo plazo; hace un siglo en México no tenían voto, ciudadanía ni igualdad ante la Ley.

Lo más interesante -> paros como Un día sin nosotras o huelgas como la de Lisístrata han dado resultados inesperados. En Liberia acabó una guerra civil e incluso resultó en un premio Nobel.

Incrementa tus probabilidades -> tienes derecho a manifestarte, pero es prudente adoptar medidas para que sea seguro. Te dejamos una para manifestantes y periodistas en México y otra de Colombia.

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