Cuando Pinocho sembró sus monedas de oro en el monte mágico para producir un árbol de dinero, el zorro y el gato las robaron. En aquel entonces, la obra literaria de Carlo Collodi buscaba dar una lección: no te quedes sin dinero por hacer cosas absurdas con él. La lección actual es otra: por cosas absurdas, en un siglo buena parte del mundo se quedó sin zorros, muchas ciudades se robaron los montes del paisaje y casi no hay lugar donde sembrar un árbol. Pero hoy sabemos que si sembramos dinero (metafóricamente) para que crezcan árboles u otras infraestructuras verdes (elementos naturales articulados entre sí que cumplen funciones que la infraestructura normal haría o que proporcionan servicios ambientales), cosecharemos bienestar.

Las regiones, ciudades e inmuebles que no disponen de infraestructura verde padecen cada vez más. El cambio climático y la falta de elementos naturales que lo atemperen hacen más extremas las temperaturas, los fenómenos hidrometeorológicos y sus consecuencias. Eso cuesta dinero. En Los Ángeles, a partir de los 20°C, por cada grado que aumenta la temperatura el consumo eléctrico por aire acondicionado sube de 2% a 4%. También los fríos intensos perjudican. Cuando el vórtice polar azotó Chicago en 2019 (sometiéndolo a temperaturas más frías que las del polo norte en ese momento), el consumo de gas natural se multiplicó por 2.5 respecto de los días anteriores. Otra afectación cotidiana son los baches: surgen cuando una deformación del pavimento provocada por su exposición al sol o a la congelación se llena después con agua de lluvia o fugas. Sus efectos le cuestan a las empresas estadounidenses 240 mil millones de dólares anuales (medio billón de pesos mexicanos).
Urge infraestructura verde para modular el clima en las ciudades y aumentar la eficiencia energética y del agua: el Gobierno de la Ciudad de México estima que si la temperatura global sube 1.5°C para el año 2100, el consumo eléctrico incrementará 10% y el hidráulico 5%; de subir 3.2°C, serían del doble (22% y 11%).
Afortunadamente, infraestructuras verdes como árboles, jardines de lluvia, humedales u otras pueden limitar la variabilidad del clima a escala inmueble o ciudad, y apoyar la contención global. Además, tienen buena relación costo-eficiencia. Invertir en un árbol, la infraestructura verde más elemental, ha mostrado tasas de retorno anual de hasta 309%. Es más barato incrementar la sombra en las calles con árboles adecuados, y crear jardines de lluvia para que el agua escurra hacia ellos, que repavimentar cada año. También dan beneficios personales. Una casa en una calle con árboles suele valer de 3% a 7% más. Además, disminuyen el ruido y lo reemplazan por pájaros, lo que ayuda a concentrarnos, descansar, ser saludables y productivos. Asimismo, huertos urbanos públicos como los de Detroit o el rescate de humedales revitalizan el espacio público y generan oportunidades económicas y sociales como el turismo y la agricultura urbana comunitaria. Quizá no importe si el dinero crece en los árboles, pero es un incentivo para plantar infraestructura verde y cuidarla más.
Lo mejor de todo -> la Ley de Acciones Urbanísticas de Quintana Roo incluye 21 ideas de infraestructura verde y permite incentivos para que los nuevos desarrollos cuenten con ella.
Lo más interesante -> además del clima, la infraestructura verde mejora la calidad del aire. Existen murales urbanos con pintura que purifica el aire en Ciudad de México. ¿Tendrán éxito?
Incrementa tus probabilidades -> el Implan del municipio de Hermosillo creó una guía para que más municipios adopten la infraestructura verde. ¡Conócela y llévala al lugar donde tú vives!