Italia ha sido de los países más afectados por la pandemia y sus primeros casos de detectaron en Roma. Pero las ciudades son más que COVID-19. Sigue las medidas de seguridad para que la normalidad vuelva a las ciudades.
Uno de los refranes más antiguos dice que “todos los caminos llevan a Roma”. Desde tiempos ancestrales, las civilizaciones (es decir, culturas con ciudades) construyen caminos. Si pensamos en las civilizaciones originarias (culturas que inventaron las ciudades sin conocer a nadie que lo hubiera logrado previamente) abundan los ejemplos. En Mesoamérica, los mayas desarrollaron su sistema de sacbe’ob (plural de sacbé); eran plataformas con muros de contención a los costados, rellenas de piedra, pavimentadas con estuco, altura de un metro y longitudes que conectaban ciudades. En China se construyeron caminos de galería o ShuDao, elaborados con tablones que bordeaban montañas y acantilados. En los Andes, los quechuas construyeron sus ñankuna (plural de ñan), una red vial regional cuya extensión podría haberle dado la vuelta al mundo. Existieron tres civilizaciones originarias más: Mesopotamia, India y Egipto; y una nueva que unió a esas tres por tierra o agua: Roma.
Aunque el devenir de la Historia complicó la continuidad de varias rutas marítimas antiguas, los caminos terrestres que salían de Roma continuaron jugando un papel decisivo para Europa… incluso hoy. Existe una correlación espacial entre aquellos caminos (con edad de dos milenios) y las zonas con más luz en las fotografías satelitales de Europa de noche. Sus mayores superficies iluminadas corresponden a regiones con más población y capacidad económica, que se traduce en una red extensa de alumbrado urbano. ¿Qué significa? Que las rutas romanas siguen influyendo la distribución de la población y la riqueza hasta este día en Europa. Otros análisis lo refuerzan. Sobreponer mapas carreteros de España en tiempos romanos y tiempos actuales demuestra que persisten casi los mismos trazos. Se puede explicar afirmando que la existencia de buenos caminos podría haber facilitado la subsistencia de las ciudades ibéricas de entonces, y que la existencia de aquéllas ha contribuido a que esos mismos caminos siguieran usándose.
Este tema ha causado interés no sólo entre científicos sociales… ¡también entre artistas! El colectivo Move Lab se preguntó, ¿de veras todos los caminos llevan a Roma?, y a partir de ahí realizó piezas artísticas mediante análisis de datos. Entre los hallazgos está que, efectivamente, los itinerarios por carretera hasta Roma se configuran en una estructura que parece la hoja de un árbol, donde todo confluye en la metrópoli. Por el contrario, cuando se miran los trayectos aéreos (una tecnología que despegó mucho después de que cayera Roma ante los godos) descubrimos que, en realidad, muchos caminos llevan también a Tokio o Nueva York.
Con todo, los caminos terrestres que nacieron en Roma nos llevan a entender mejor el mundo actual y nos hacen disfrutarlo. Piezas musicales de Otto Respighi, inspiradas en espacios públicos de Roma, nos trasladan a los caminos que llegan a ella. Concursos como Leonardo & il Viaggio, organizado por la principal entrada aérea de esa ciudad, regalan al viajero un pasaje al arte de esculpir en mármol en pleno siglo XXI. Antes todos los caminos llevaban a Roma. Hoy, Roma sigue abriéndonos caminos.
Lo mejor de todo -> a diferencia de otros hechos históricos que dividen sociedades en la actualidad, la herencia romana, iniciando por sus caminos, ayuda a intergrar a las culturas de Europa.
Lo más interesante -> Los caminos romanos del Magreb y Medio Oriente perdieron peso por el uso del camello: sin ruedas, no eran necesarios. Hoy no crean el efecto territorial que tienen en Europa.
Incrementa tus probabilidades -> ayuda a que Roma y otras ciudades del mundo vuelvan a la normalidad. Si tú te cuidas hoy del covid-19, estás cuidando al resto del mundo.